*Por Asún López Carretero
Las
palabras de Luisa Muraro, en el artículo sobre el aborto: "¿A quién toca decidir? ¿Juzgar? ¿Ser juzgado?", me han llegado como gotas de lluvia en el desierto. Un
desierto de palabras y una pérdida del sentido de la vida en boca de tantos
hombres.
Las mujeres
sabemos de la vida. Sabemos que el fruto de la vida no es un impulso, ni un
momento. Que organismo y cuerpo son dos realidades. Para que una vida sea
viable, es decir sea en verdad una vida, se precisa de una apertura y una
disponibilidad por parte de una mujer que no puede ser nombrada con palabras de
la biología porque pertenece al orden simbólico. Acoger y acompañar una vida,
hacer de su espera una cuna simbólica que la acogerá y acompañara durante todo
su trayecto, es fruto de la libertad y el deseo.

Cuando las
circunstancias de la vida de una mujer
ahogan esa libertad y ese deseo, circunstancias que son muy diversas, con mucho
dolor algunas deciden no continuar adelante. Es una decisión difícil. No
conozco ninguna mujer en mi ámbito de relación que no haya llegado a esta
decisión sin dolor y preocupación. Tampoco conozco ninguna a la cuál esa
decisión no haya dejado huella. Pero hay circunstancias que así lo aconsejan a
cada una.
Una mujer
sabe si está disponible para esa tarea y usurpar el saber femenino ha traído
elementos mortíferos a nuestra cultura y a nuestras vidas.
Cuando
aparecen esas crisis que provocan algunos hombres en el poder, el cuerpo de la
mujer entra en cuestión. Es un modo que tienen algunos de zanjar sus
diferencias, de establecer alianzas, para distraer la atención y continuar sembrando
el horror.
Gracias
Luisa por tus palabras.
*Asún es profesora e investigadora de Duoda, Centre de Recerca de dones de la Universitat de Barcelona